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hay alguien que no le tiene mala voluntad á sir Enrique, desde que le previene el peligro.

—O puede ser que, para facilitar sus propósitos, quiera alargarme á fin de que no vaya al Hall..

—Sí; por supuesto, eso también es posible. Debo dar á usted las más expresivas gracias, doctor Mortimer, por haberme presentado un problema que ofrece varias disyuntivas, todas muy interesantes. Pero la cuestión práctica que tenemos que resolver ahora, sir Enrique, es si es ó no prudente que usted vaya á Baskerville Hall.

—Por qué no habría de ir?

—Parece que sería peligroso.

—Supone usted que el peligro pueda venir del.monstruo de la leyenda ó de algún ser humano?

—Esto es precisamente lo que tenemos que averiguar.

—Sea cual fuere el peligro, mi resolución está hecha. No hay demonio en el infierno, señor Holmes, ni hombre alguno en la tierra que pueda impedirme ir al hogar de mi familia; debe usted considerar esto como mi resolución definitiva.

.I Sir Enrique había fruncido el entrecejo, y á sus mejillas había asomado un tinte rojo sombrío. Bien se veía que el fiero carácter de los Baskerville no se había extinguido en este último representante de la familia.

—Por lo demás—agregó,—todavía no he tenido tiempo de pensar sobre todo lo que se me acaba de hacer saber. Es fuerte cosa para un hombre el tener que conocer las cosas y decidir sobre ellas de una sola sentada. Me gustaría poder disponer de una hora de tranquilidad para hacer mi juicio al respecto. Vea un poco, señor Holmes: ahora son las once y media, y pienso irme directamente al