cuando usted vuelva al hotel. ¿Qué necesidad hay de molestar al señor Holmes con bagatelas de este género?
—Hombre! Me ha preguntado por cosas que se salgan de la rutina ordinaria de la vida.
—Justamente—dijo Holmes, y por tonto que el hecho pueda parecer. Decía usted que ha perdido uno de sus botines?
—Bueno... se habrá extraviado, sea como fuere. Anoche dejé los dos del lado de afuera, junto á la puerta, y esta mañana sólo encontré uno. Interrogué al muchacho que los limpia, pero no pude poner nada en claro. Lo peor del caso, es que anoche los compré en el Strand, y que no los había estrenado todavía.
—Y si no los había usado todavía, ¿por qué quería que los limpiaran?
—Eran botines de cuero crudo y no estaban barnizados. Por eso los dejé afuera.
Quiere decir, entonces, que ayer, en cuanto llegó usted á Londres, se fué á comprar un par de botines?
—Compré hastantes cosas. El doctor Mortimer se tomó la molestia de acompañarme. Usted comprenderá que si tengo que ser propietario allá, en Devonshire, debo vestir al personaje; y es probable que me haya hecho un poco descuidado en mis costumbres allá en América. Entre otras sas compré ese par de botines, que me costaron šeis pesos.
CO ™ —El robo parece ser singularmente inútil dijo..
Sherlock Holmes.—Confieso que participo de la creencia del doctor Mortimer, de que no pasará mucho tiempo sin que aparezca el botín perdido.
—Ahora, caballeros—dijo el baronet en tono re-