¿Qué es lo que ha sucedido?—preguntó vivamente ir Enrique.—Me está pareciendo que todo el mundo sabe aquí mucho más que yo sobre mis propios asuntos.
Usted sabrá tanto como nosotros, sir Enrique, antes de que salga de esta pieza; se lo prometo dijo Sherlock Holmes.—Pero, con su permiso, vamos á limitarnos por el momento á este documento tan interesante, que debe haber sido preparado ayer, desde que fué puesto anoche en el correo.
¿Tiene usted el Times de ayer, Watson?
—Está allí, en aquel rincón.
Quiere usted alcanzármelo?... El pliego interior, hágame el servicio; la página de los edito riales... ¡Ajá!
Holmes recorrió rápidamente la hoja impresa, paseando la mirada de arriba abajo, columna por columna.
—www De primer orden el artículo este sobre librecambio—dijo de pronto. — Permítanme ustedesque les lea un párrafo: «Pero no vaya uno á aluoinarse pensando que su ramo particular en el scampo del comercio ó de la industria tendría nueva vida, ó, por lo menos, mejoraría en algo, al padoptarse el régimen proteccionista; porque si se naprecia el resultado que en definitiva tendría éste, >se verá que su pretendida superioridad carece to>talmente de razón de ser...» —¿Qué me dice de esto, Watson ?—exclamó Holmes alborozado, soltando el diario y frotándose las manos fieramente.— Tendrá razón el articulista? ¿Qué le parece?
El doctor Mortimer miró á Holmes con un interés que me pareció profesional, y sir Enrique fijó en mí un par de ojos azorados.