hablo ahora como médico, sino como albacea testamentario de sir Carlos.
—Presumo que hay otros pretendientes...
—Ninguno. El único pariente que hemos podido descubrir, aparte de éste, es Rogelio Baskerville, el más joven de los tres hermanos. Sir Carlos era el mayor. El segundo, que murió joven, es el padre de este Enrique. El tercero, Rogelio, fué el lunar de la familia; había heredado el carácter de los antiguos déspotas de Baskerville Hall, y era la copia viva, según dicen, del retrato de familia del famoso Hugo; como calentaran mucho las cosas para él en Inglaterra, huyó á Centro—América, donde murió, en 1876, de fiebre amarilla. En'rique es, pues, el último de los Baskerville. Dentro de una hora y cinco minutos me encontraré con él en la estación de Waterloo, pues esta mañana desembarcó en Southampton, según me lo hizo saher por telegrama. Ahora bien, señor Holmes, ¿qué me aconseja usted que haga con él?
Y por qué no habrá de ir el joven al hogar de sus antepasados?
—Parece muy natural, ¿no es cierto? Pero considere usted, señor Holmes, que todo Baskerville que va allí tiene un fin desgraciado. Estoy seguro de que, si sir Carlos hubiera podido hablarme antes de su muerte, me habría prevenido contra el peligro de llevar á aquella casa fatal á este joven, el último de su raza. Sin embargo, no puede negarse que la prosperidad de aquella pobre y desolada comarca depende de la presencia del heredero en Baskerville Hall. Toda la obra benéfica realizada por sir Carlos se derrumbará si el Hall queda deshabitado, temo dejarme llevar demasiado por mi propio interés en el asunto, y por esto he