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en el sumario. Seguí las huellas por la alameda de los Tejos; vi el sitio junto al portillo donde sir Carlos parecía haberse detenido; observé el cambio de forma de las pisadas desde este punto; me cercioré de que no había en el suelo arenoso de la alameda más rastros que el de sir Carlos y el de Barrymore, y, por último, examiné minuciosamente el cadáver, que no había sido tocado hasta entonces. Sir Carlos estaba tendido boca abajo, con los brazos abiertos, los dedos enterrados en la arena y las facciones de tal manera convulsionadas, á causa de alguna emoción violenta, que casi no me habría sido posible jurar su identidad. Su cuerpo no presentaba, sin enmbargo, lesión de ninguna clase. Pero Barrymore hizo una declaración errónea en el sumario; dijo que junto al cadáver no había huellas en el suelo. El no vió ninguna, es cierto; pero yo sí... á corta distancia, muy frescas y muy claras.»

—¿Pisadas?

—Pisadas.

—¿De hombre ó mujer?

El doctor Mortimer nos miró por un instante de una manera extraña su voz se hizo casi un susurro al contestar:

—¡Señor Holmes! Eran las pisadas de un sabueso gigantesco!...