el mayordomo se alarmó, y encendiendo un farol salió en busca de su amo. El día había sido húmedo, y las pisadas de sir Carlos en la alameda podían seguirse fácilmente. A mitad de esta alámeda, en una de las cercas que forman los tejos, hay un portillo lateral que da salida al páramo.
»Se veían señales de que sir Carlos se había detenido allí por algún tiempo. Después había seguido por la alameda, y en el extremo de ésta era donde el mayordomo encontró el cadáver.
»Un hecho que el mayordomo no explica en su declaración es el de que las pisadas de su amo cambiaban de carácter más allá del portillo; desde este punto en adelante parecía que sir Carlos hubiera andado en puntillas. Un tal Murphy, gitano, tratante de caballos, declara haberse encontrado en aquel momento en el páramo, á corta distancia de la alameda; pero por su propia confosión resulta que estaba entonces completamente ebrio; dice que oyó gritos, pero que no pudo precisar de qué dirección partían. En el cuerpo de sir Carlos no se descubrió señal alguna de violencia, y aunque la declaración del doctor Mortimer pone en evidencia una distorsión facial casi increíble, tan grande que, según dice, al principio se resistió á creer que fuera efectivamente su amigo y paciente el que tenía delante, más tarde ha quedado establecido que el síntoma citado no es raro en casos de disnea y muerte por debilitamiento cardíaco. Esta explicación fué confirmada por la autopsia, que reveló una enfermedad orgánica crónica, y en consecuencia el jurado dictó un veredicto de acuerdo con el informe médico.
»Más vale que haya sido así, porque tiene evi-