dujo la muerte de sir Carlos, pero, por lo menos, ha sido suficiente en el sentido de dar fin á los rumores que la superstición local había creado. No hay ya razón alguna para suponer un asesinato, o para pensar que el fatal accidente haya podido ser provocado por otras causas que las naturales. Sir Carlos era viudo, y de un carácter que, hasta cierto punto, podría llamarse excéntrico; no obstante sus riquezas considerables, era sencillo en sus gustos, y el personal de su servicio interno en Baskerville Hall se limitaba al matrimonio Barrymore: el marido era el mayordomo, y la mujer el ama de llaves. El testimonio de éstos, corroborado por el de varios amigos de sir Carlos, tiende á probar que la salud del finado se había alterado desde hacía algún tiempo, y señala especialmente el hecho de que padecía de una afección al corazón que se manifestaba por cambios de color, sofocación y agudos ataques de depresión nerviosa. El doctor Jaime Mortimer, amigo y médico del difunto, ha declarado en este mismo sentido.
»Los hechos que resultan del sumario son sencillos. Sir Carlos Baskerville tenía la costumbre de recorrer á pie todas las noches, antes de acostarse, la famosa alameda de los Tejos en Baskerville Hall. Esto lo establece el testimonio de los Barrymore. El 4 de mayo, sir Carlos anunció su intención de salir al siguiente día dres, y ordenó á su mayordomo que le preparara para Lonel equipaje. Aquella noche sir Carlos salió, como siempre, á dar su paseo nocturno, durante el cual tenía la costumbre de fumar un cigarro. De este paseo no volvió nunca. A las doce de la noche, como viera abierta todavía la puerta principal,