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el alma fiera que su temperament!

ocultaba de una manera tan hábil, que, alentando la intimidad de estas rela llegaría á conseguir frecuentes visitas de Enrique á Merripit House, lo que tarde ó »temprano le daría á él la oportunidad que buson»ba. El día de la crisis, sin embargo, su mujer se »puso resueltamente contra él. Conocía en parte »las circunstancias en que se había producido la »muerte del presidiario, y sabía que el sabueso »había sido llevado á la casucha de la huerta la »noche que sir Enrique iba á comer con ellos. Re»prochó á su marido el crimen que proyectaba, »y esto dió origen á una escena furiosa, en la que »Stapleton, exaltado, reveló impensadamente á su »mujer que tenía una rival en el amor de él. En »un instante, la fidelidad de la esposa se trans»formó en odio terible, y el hombre conoció que »podía ser traicionado. Por esto fué que la ató, para que no tuviera medio alguno de prevenir á »sir Enrique. Stapleton esperaba, indudablemen»te, que cuando en toda la comarca se atribuyera »la muerte del baronet á la maldición que pesaba »sobre la familia de los Baskerville, lograría indu»cir á su mujer á aceptar un hecho consumado y »á guardar secreto sobre lo que sabía. Pero me pi»rece que en esto hizo un cálculo errado, y que »aun cuando no hubiéramos estado allí nosotros.

»su ruina se habría consumado, á pesar de todo, »Porque una mujer de sangre española no perdona »así como quiera una injuria semejante. Y ahora, »mi querido Watson, tendría que consultar mis »notas para hacerle un relato más detallado de »este caso curioso. No creo, sin embargo, haber »reveló »reserva