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como fué el caso de muchos, llegara á verlo en el páramo? Se lo dije á usted en Londres, Watson, y se lo repito ahora: nunca, hasta hoy, hemos ayudado á dar caza á un hombre más peligroso que el que ha venido á tener aquí tan triste sepultura—y Holmes extendió su largo brazo, señalando la inmensa extensión jaspeada de cieno y salpicada de verde, que se desarrollaba hasta perderse en las rojizas lomas del páramo.

XV

UNA OJEADA RETROSPECTIVA

Era una noche cruda y brumosa, de los últimos días de noviembre, Holmes y yo nos hallábamos sentados, junto á la estufa llameante, en la sala de nuestro departamento de la calle Baker. Después del trágico resultado de nuestra visita á Devonshire, Sherlock Holmes había tenido que ocuparse de dos asuntos de la mayor importancia, en el primero había puesto en evidencia la odiosa conducta del coronel Upwood en el famoso escándalo entre jugadores del club Nonparell y en el segundo había defendido a la infortunada señora de Montpensier de la acusación de asesinato, que pesaba sobre ella con motivo de la desaparición de su hijastra, la señorita Carére, quien, como se recordará, apareció seis meses después, viva y casada, en Nueva York. Mi amigo estaba de hu-