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y 287 los mineros, barridos de allí, sin duda alguna, por las fétidas emanaciones del pantano que los cercaba por todas partes. En una de estas casuchas, un grapón de hierro con su cadena y una cantidad de huesos roídos revelaban el sitio donde el sabueso había estado encerrado. Un esqueleto con un mechón de pelo gris adherido á él, yacia entre aquellos restos.

— Un perro —exclamó Holmes. Por Júpiter, que es un podenco! El pobre Mortimer no volverá á ver más á su regalón. Perfectamente; no me parece que este lugar contenga secretos que ya no hayamos sondeado. El hombre podía ocultar á su sabueso, pero no podía silenciar su voz, y de aquí salían aquellos gritos que ni aun de día era agradable oir. En caso necesario podía encerrarlo en la casucha de la huerta de su casa; pero esto representaba siempre un riesgo, y sólo al llegar el día supremo, aquél que él consideraba como el término de todos sus esfuerzos, era cuando se atrevía á llevarlo allá. Esta aquí, en esta caja, es sin duda alguna el compuesto luminoso con que untaba al animal. La idea le fué sugerida, por supuesto, por la historia del sabueso diabólico de los Baskerville, y por su propósito de matar por medio del terror al anciano y débil air Carlos. No me maravillo ahora de que el infortunado Selden haya corrido y gritado aquella noche, como hizo también el baronet, cuando vió entre las tinieblas del páramo que un monstruo semejante seguía á saltos sus pasos. Este ha sido un ardid muy hábil; por cuanto, aparte de la probabilidad de causar por medio de él la muerte misteriosa de la víctima, ¿qué campesino se habría aventurado á examinar de cerca á semejante fantasma cuando,