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dijo Holmes, husmeando el animal. Pero no hubiera habido olor alguno capaz de perturbar su poderoso olfato. Tenemos que pedir á usted mil perdones, sir Enrique, por haberlo expuesto á este susto. Yo estaba preparado para un perro de presa, pero no para un animal como éste. Y la niebla no nos dio tiempo para recibirlo como debíamos.

—Usted me ha salvado la vida.

—Después de haberla puesto en peligro. ¿Se siente con fuerzas para quedarse solo?

—Dénme otro trago de aguardiente, y estaré dispuesto á cualquier cosa. Gracias. Ahora, si quieren ayudarme á levantarme... ¿Qué se proponen hacer?

—Dejarlo á usted aquí. No está usted para más aventuras esta noche. Si quiere esperarnos, alguno de nosotros vendrá más tarde á buscarlo y lo acompañará á su casa.

El baronet intentó ponerse de pie, pero estaba todavía mortalmente pálido, y todo el cuerpo le temblaba. Lo ayudamos á aproximarse á una ca, en la que se sentó, temblando siempre y cubrió el rostro con las manos.

—Vamos á dejarlo solo—le dijo Holmes, preciso que hagamos lo que falta todavía de mem tra tarea, y los momentos son preciosos. La sación ya está lista; lo único que nos falta sexta es el hombre.

—Hay mil probabilidades contra una de que no lo encontremos en la casa—continud Halines EUAH do volvíamos rápidamente sobre nuestro pason per el camino. Estos disparos deben haberle hecho ver que se le ha descubierto el juego.

—Estábamos algo lejos, y la niebla tal vez los haya amortiguado.