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de la huerta se había hecho invisible, y los árboles surgían entre un remolino de vapor blanco.

Veíamos los festones brumosos que venían resbalándose sobre las paredes laterales de la casa y doblaban las dos esquinas arrollándose lentamente hasta formar un cúmulo dentro, sobre el cual flotaban el piso alto y el techo como un bosque extraño en un mar fantástico. Holmes asentó nerviosamente su mano sobre la roca que teníamos delante, é impaciente, dió con el pie un golpe en el suelosunat —Si no sale antes de un cuarto de hora, encontrará el camino cubierto por la niebla. Dentro de treinta minutos no podremos vernos ni las manos.

—No convendría que fuéramos á colocarnos atrás, en terreno más alto?

Si; creo que sería mejor.

Entonces, á medida que el banco de niebla se desbordaba hacia nosotros, nosotros fuímos retro cediendo delante de él hasta que estuvimos como á media milla de la casa; pero aquel denso mat blanco, plateado por la luna en su borde superior, seguía extendiéndose lenta é inexorablemente.

—Nos alejamos demasiado—dijo Holme debemos dar lugar á que el hombre sea alcanzada antes de que llegue adonde estamos. Tensince que quedarnos aquí á toda costa.

Holmes se puso de rodillas y pegó el oido al suelo.

— Gracias á Dios! Me parece que lo oigo.

El rumor de unos pasos precipitados rompió el silencio del páramo. Agazapándonos entre las pies dras miramos ansiosamente el cerro movible, ris beteado de plata, que teníamos delante. Los pa-