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acercándonos cada vez más á nuestra suprema aventura.

La presencia del conductor del break alquilado estorbaba nuestra conversación; de modo que tuvimos que hablar de asuntos triviales, mientras nuestros nervios se hallaban en un estado de tensión extrema, á fuerza de emoción y de presentimientos. Fué para mí un alivio, después de este refrenamiento antinatural, el ver que dejábamos atrás la casa de Frankland y nos acercábamos al fin al Hall y al campo de acción. No llegamos hasta la puerta de la casa; nos apeamos cerca de la verja del parque. Holmes pagó al conductor y le ordenó que volviera en seguida á Coombe Tracey; y entonces nos encaminamos en dirección á Merripit House.

—¿Lleva armas, Lestrade?

El pesquisante sonrió.

—Mientras tenga los pantalones puestos, tendré también un bolsillo posterior; y mientras tenga un bolsillo posterior, tendré siempre algo dentro de él.

—Perfectamente. Mi amigo y yo también estamos preparados para cualquier emergencia.

—Se muestra usted tremendamente reservada sobre este asunto, señor Holmes. ¿Qué partida na ésta?

—Una partida de acecho.

—Palabra de honor, que el sitio no parece roug alegre—dijo el pesquisante, estremeciéndose, echando una mirada circular á las tétrions faldas de las colinas y al vastísimo lago de niebla que su extendía sobre la Gran Ciénaga de Grimpen.

Veo las luces de una casa delante de nosotron, S —Esa es Merripit House, y el término de