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XIV

EL SABUESO DE LOS BASKERVILLE

Uno de los defectos de Sherlock Holmes, si realmente puede llamarse á esto un defecto, era el de que se mostrara siempre poco dispuesto á comunicar íntegramente sus planes á otra persona, hasta el instante mismo de su realización. En parte, esto provenía sin duda de su naturaleza despótica, que se complacía en dominar y en admirar á los que tenía á su alrededor. En parte, también, de su cautela profesional, que lo incitaba á no aventurarse nunca. Pero lo cierto es que esto resultaba muy penoso para los que actuaban como agentes ó ayudantes suyos. Muchas veces habla tenido yo que sufrir por esta pero nunca he penado tanto como en el que aquel largo viaje en medio de la obscuridadmomento de la terrible prueba había llegado ya, al fin íbamos á hacer el esfuerzo final; y, sin embargo, Holmes no decía nada; y yo, apenas si me era dado hacer otra cosa que conjeturar cuál podría ser el curso de sus operaciones. Mis nervios se estremecieron anticipadamente cuando, por fin, el viento helado que nos azotaba el rostro, y los espacios negros, huecos, á cada lado del camino angosto, me revelaron que estábamos ya en el páramo. Cada tronco de los caballos, cada vuelta de las ruedas, iba