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de recordar los casos análogos de Grodno, en la Pequeña Rusia, en 1866, y, por supuesto, los crímenes de Anderson en la Carolina del Norte; pero nuestro caso presenta algunos rasgos que le son enteramente propios. Hasta este momento, todavía no podemos formular una acusación claramente determinada contra este hombre tan astuto; pero mucho me sorprendería el que esto no quedara arreglado hoy mismo, antes de irnos á dormir.

El expreso de Londres entró rugiendo en la estación, y un hombrecito, especie de bulldog dé mucho aguante, saltó de un coche de primera clase. Cambiamos con él un apretón de manos, y vi en seguida, por la manera respetuosa como miraba á mi compañero, que el hombre había aprendido bastante desde el tiempo en que, por primera vez, había trabajado junto con mi amigo. Recordé en aquel momento el desdén que las teorías del razonador habían provocado entonces en el hombre práctico.

Tenemos algo bueno?—preguntó.

—El asunto más gordo desde hace años—dijo Holmes. Hay dos horas por delante hasta el momento en que tengamos que ponernos á pensar en el viaje. Me parece que sería bueno que las empleáramos en tomar algún alimento; después, Lestrade, trataremos de quitarle á usted de la garganta la niebla de Londres, haciéndole respirar por un momento el aire puro de la noche en el páramo de Dart. ¿No ha estado usted nunca allá?

¡Ah, bueno!... No creo, entonces, que llegue á olvidar usted nunca la primer visita que le haga.