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to posible, después del desayuno, para poder llegar á Londres esta misma tardewwara Me sorprendió mucho este programa, aunque recordaba que Holmes había dicho & Stapleton, la noche anterior, que su visita terminaría al día siguiente. No había cruzado por mi mente, sin embargo, la idea de que mi amigo podía llegar á manifestar el deseo de que yo lo acompañara, ni alcanzaba á comprender cómo podíamos estar los dos ausentes en un momento que él mismo había declarado ser crítico. Pero no había más que hacer que obedecer sin reserva de modo que nos despedimos de nuestro apesadumbrado amigo, y un par de horas después estábamos en la estación de Coombe Tracey, donde despachamos el coche, que emprendió el viaje de regreso. Un muchacho estaba esperándonos en el andén.

—A sus órdenes, señor dijo á Holmes.

—Toma este tren para Londres, Cartwright.

En cuanto llegues dirige un telegrama á sir Enrique Baskerville, con mi firma, diciéndole que si se encuentra mi cartera de apuntes, que se me ha perdido en su casa, que me la envíe á Baker Street, por correo certificado...

—Está bien, sefior.

—Ahora vé á preguntar en el telégrafo de la estación si hay algo para mi.

El muchacho volvió con un telegrama que Holmes me pasó. Decía: «Recibí despacho. Voy allá »con auto de prisión sin firma. Llegaré cinco cua»renta.—Lestrade.» —Es la contestación del mío de esta mañana...

Este hombre es el mejor de los profesionales, á mi juicio, y quizá lleguemos á necesitar su ayuAhora, Watson, creo que en lo mejor que po-