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antes de mañana á la noche estará revoloteando dentro de nuestra red, tan imposibilitado como una de sus mismas mariposas. Un alfiler, un corcho y una tarjeta, y lo agregaremos á nuestra colección de Baker Street.

Y, al separarse del cuadro, Holmes prorrumpió en uno de sus raros accesos de hilaridad. No lo he visto reir muchas veces, y cuando lo ha hecho, la cosa ha presagiado mal para alguien.

Me levanté temprano á la mañana siguiente, pero Holmes estaba en pie hacía ya tiempo; porque, cuando me vestía, lo vi entrar en la casa por el camino de los carruajes.

—Sí; tendremos hoy un día de gran tarea—me dijo, y se restregó las manos contento ante la perspectiva del trabajo.—Las redes están todas en su sitio, y ahora va á empezar el arrastre. Antes de que termine el día podremos saber si hemos pescado á nuestro respetable sollo de quijadas flacas, ó si se nos ha escapado por entre las mallas.

— Ha estado ya en el páramo?

—He mandado desde Grimpen un aviso á Princetown, comunicando la muerte de Selden. Creo poder prometer que ninguno de ustedes será molestado por este asunto. Y me he puesto también en comunicación con mi fiel Cartwright, que seguramente se habría estado consumiendo á la puerta de mi cabaña, como un perro sobre la tumba de su dueño, si no me hubiera apresurado á tranquilizar su espíritu respecto á mi seguridad.

—Y ahora, ¿qué va á hacer?

—Ver á sir Enrique. ¡Ah, aqui está i —Buenos días, señor Holmes—dijo el baronet.

—Parece usted un general que estuviera delinean-