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manuscrito de cara á la luz, y leyó, en voz alta vibrante, la curiosa narración siguiente:

«Son muchas las versiones que existen sobre el origen del sabueso de los Baskerville, y he oído la historia en los labios de mi padre, que á su vez la conoció de boca del suyo, voy á sentarla por escrito, plenamente convencido de que el hecho ocurrió tal como se verá más adelante. Y quisiera que tuvieseis fe, hijos míos, en que la justicia que castiga el pecado, puede también perdonarlo magnánimamente; porque no hay anatema, por terrible que sea, que la plegaria y el arrepentimiento no puedan levantar. Aprended, pues, por esta historia, no á temer los frustos del tiempo pasado, sino á ser circunspectos en el futuro, á fin de que no vuelvan á desatarse, para ruina nuestra, las impuras pasiones, por cuya causa ha sufrido tan dolorosamente nuestra familia.

»Sabed, pues, que en la época de la gran Rebelión (cuya historia, escrita por el erudito lord Clarendon, recomiendo á vuestra atención muy encarecidamente), esta mansión feudal de los Baskerville, era tenida por Hugo de este nombre, quien (no puede negarse), era un hombre de los más licenciosos, de los más blasfemos y de los más impíos. Esto, en verdad, se lo hubieran perdonado sus vecinos, visto que nunca han florecido santos en estos parajes; pero su carácter era perverso y cruel, á tal extremo que su nomabre se hizo proverbial en toda la región.

»Sucedió que este Hugo llegó á amar (si es que puede darse un nombre tan brillante á una pasión tan negra) á la hija de un plebeyo que tenía sus tierras cerca del dominio. Pero la joven