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Ah! Se marcha usted mañana?

¿ —Esa es mi intención.

Pata ALAT

Espero, sin embargo, que su visita habrá hecho alguna luz sobre estos sucesos que nos tienen intrigados.

Holmes se encogió de hombros.

—Uno no puede tener siempre el buen éxito que espera. Un investigador necesita hechos, no leyendas ni rumores. Este no ha sido para mí un ca satisfactorio.

Mi amigo hablaba en el tono más franco y despreocupado. Stapleton seguía mirándolo fijamente. Después se volvió á mí.

—Yo estaría porque llevásemos este pobre hombre á mi casa, pero el verlo le causaría seguramente tal susto á mi hermana, que no me animo á proponer este recurso. Creo que, si le cubriésemos la cara con algo, podrá estar seguro aquí hasta el día.

Y así se hizo. Resistiéndose luego al ofrecimiento de hospitalidad que le hizo Stapleton, Holmes se dirigió conmigo á Baskerville Hall, dejando al naturalista que regresara solo. Mirando hacia atrás, vimos la figura de éste que se alejaba leu#mente por el vasto páramo; y detrás de ella, aquel borrón negro sobre la plateada meseta, que revelaba el sitio donde yacía el hombre que tan horrible fin había tenido.

Ya estamos, al fin, cuerpo á cuerpo !—dijo Holmes, mientras cruzábamos el páramo.— Qué nervios los del individuo! ¡Cómo pudo conservar su entereza ante lo que debe haber sido para él un golpe fulminante: el ver que la víctima de sus maquinaciones era otro hombre! Se lo dije á usted en Londres, Watson, y se lo repito ahora: