cuya muerte repentina y trágica, ocurrida hace tres meses, causó tan gran sensación en Devonshire.
Puedo decir que yo he servido á sir Carlos, tanto en mi carácter de médico como en el de amigo íntimo. Sir Carlos era, señor, un hombre resuelto, sagaz, práctico y tan poco imaginativo como yo. Sin embargo, tomó muy por lo serio este documento, de manera que su espíritu estaba ya preparado para un fin tan triste como el que tuvo.
Holmes extendió el brazo, tomó el manuscrito y lo planchó sobre sus rodillas.
—Note usted, Watson, el uso alternado de la ese larga y de la corta. Este es uno de los diversos detalles que me dieron á conocer la fecha del manuscrito.
Miré por encima de su hombro el papel amarillento y la borrosa escritura. Tenía por encabezamiento las palabras «Baskerville Hall,» y debajo de éstas, en grandes cifras garabateadas, la fecha «1742.»
—Parece ser una especie de declaración—dije.
—Sí; es el relato de cierta leyenda corriente en la familia de los Baskerville.
—Pero tenía entendido que era algo más moderno, más práctico, lo que había usted venido á consultarme.
—De lo más moderno. Una cuestión de las más prácticas, de las más urgentes, que debe estar resuelta dentro de veinticuatro horas. Pero el manuscrito es breve, y está estrechamente ligado con el asunto. Con su permiso, voy á leérselo.
Holmes se arrellanó en su asiento, juntó las manos en las yemas de los dedos y cerró los ojos' con expresión resignada. El doctor Mortimer puso el