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194 enfermo. Su salida de hoy está justificada; y, ein embargo, casi desearía que no se hubiera usted de él... ¡Oiga!

separado Un grito terrible... un prolongado alarido de terror y angustia, surgió de repente del páramo silencioso. Fué un grito horroroso, que me heló la sangre en las venas.

¡Oh, Dios mío—exclamé con voz ahogada.

—¿Qué es eso? ¿Qué significa?

Holmes se había puesto de, pie en un salto, y vi su silueta, negra y atlética, á la entrada de la cabaña, con los hombros agachados, la cabeza estirada hacia adelante, sondeando la obscuridad.

— Silencio —murmuró.— Silencio!

FOULAR

El grito había sido estridente á causa de su vehemencia, pero parecía haber salido de algún sitio lejano en la sombría llanura. De pronto volvió á resonar en nuestros ofdos, más cerca, más fuerte, más desesperado que antes.

—¿Dónde es?—susurró Holmes, y por la vibración de su voz me di cuenta de que él también, el hombre de hierro, temblaba como una hoja.¿Dónde es, Watson?

—Allá, creo—dije, señalando un sitio en la obscuridad.

—No, allá más bien.

Otra vez, el grito de agonía cruzó los aires de la noche, mucho más fuerte y más próximo que nunca. Y un nuevo ruido se unió entonces á él: un gruñido profundo, ahogado, musical, y, sin embargo, amenazante, que crecía y decrecía como el murmullo sordo y constante del mar agitado.

—El sabueso!—gritó Holmes.— Venga, Watson, venga! ¡Gran Dios! Si será ya demasiado tarde !:

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