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de usted han puesto en claro. Su entrevista con la señora Lyons ha despejado muchísimo la situación. Yo no sabía nada de que existiera un proyecto de divorcio entre ella y su marido. Ahora bien como la señorá Lyons cree que Stapleton es un hombre libre, espera, sin duda, llegar á ser su esposa.

Y cuando se desengañe?

—Bueno; entonces puede resultar que la dama nos sea útil. Lo primero que tenemos que hacer ahora es verla, los dos juntos, mañana mismo.

Diga, Watson, no cree usted que hace ya bastante rato que está fuera de su puesto? Usted debería estar ahora en Baskerville Hall.

Las últimas bandas rojizas se habían desvanecido en Occidente, y la noche había cerrado sobre el páramo. Unas cuantas estrellas empañadas centelleaban en un cielo color violado.

—La última pregunta, Holmes—dije, levantándome. —Seguramente, no hay ya necesidad de secretos entre usted y yo. ¿Qué significa todo esto?

¿Qué se propone él?

La voz de Holmes se hizo profunda al contestarme.

—Se trata de un crimen, Watson... de un crimen refinado, alevoso, á sangre fría. No me pregunte detalles. Mis redes van estrechándose sobre él, así como las de él están sobre sir Enrique ; y, gracias a usted, ahora ya está casi en mi poder.

Sólo un peligro puede amenazarnos. El de que él dé el golpe antes de que nosotros estemos en situación de hacer lo mismo. Un día más, dos cuando mucho, y mi caso estará completo; pero, hasta entonces, cuide á su protegido tan solícitamente como una madre amorosa vela por su hijo El Sabueso.—13