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No sabía nada de eso.

—No cabe ninguna duda al respecto. Se ven, se escriben, hay una inteligencia completa entre ellos.

Ahora bien estas relaciones ponen en nuestras manos un arma muy poderosa. Si pudiera usarla, aunque sólo fuera para separarlo á él de su mujer....

Nam —De su mujer?

—Amigo Watson, voy á darle ahora algunas informaciones, en cambio de todas las que usted me ha suministrado. La señora que ha pasado hasta aquí por hermana, es, en realidad, la esposa de Stapleton.

Santo Dios, Holmes! ¿Está seguro de lo que dice? ¿Cómo hubiera permitido él, entonces, que sir Enrique se enamorara de ella?

—Lo de que sir Enrique se enamorara no podía hacer daño á nadie, salvo al mismo sir Enrique.

Buen cuidado tuvo el hombre, eso sí, de que sir Enrique no le hiciera el amor á su mujer, como usted mismo lo vió. Repito que esta señora es la esposa y no la hermana de Stapleton.

—Pero, ¿para qué esta superchería tan eluborada?

—Porque Stapleton previó que ella podría serle muchísimo más útil si la presentaba en el carácter de mujer libre.

Todos mis instintos disimulados, todas mis vagas sospechas, tomaron forma de repente y se concentraron sobre el naturalista. En este hombre impasible, descolorido, con su sombrero de paja y su red de cazar mariposas, me parecía ver algo terrible... un ser de infinita paciencia y astucia, de cara sonriente y corazón sanguinario.