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No; habían visto á su muchacho, y esto me dió un indicio del sitio que debía registrar.

—El viejo con el anteojo, sin duda. No pude descubrir qué demonios era eso la primera vez que vi reflejarse la luz en el lente; usted, en uno de sus informes, me dió después la clave del enigma.

Holmes se levantó y echó una ojeada dentro de la cabaña.

— Ajá! Veo que Cartwright ha traído provisiones. ¿Qué papel es éste?... Ha estado usted, entonces, en Coombe Tracey, no es eso?

—Si.

—A ver á la señora Laura Lyons?

—Exactamente.

—Muy bien pensado. Veo que nuestras averiguaciones han estado desarrollándose en líneas paralelas; y, cuando unamos nuestros resultados, creo que habremos llegado á un conocimiento perfectamente completo de la cuestión.

—Ojalá!..Me alegro con toda el alma de que usted esté aquí; porque, á la verdad, la responsabilidad y el misterio estaban, haciéndose, una y otro, demasiado para mis nervios. Pero ¿cómo, en nombre del Cielo, ha venido usted aquí, y en qué ha estado ocupado? Lo hacía á usted en Londres, trabajando en aquel caso de chantage.

—Esto era lo que yo quería que usted creyese.

—De modo que usted se sirve de mí, y, sin einbargo, no confía en mí—exclamé con alguna amargura. Creo haberme hecho merecedor de mejor trato, Holmes.

—Mi querido amigo, su ayuda ha sido para mí inapreciable en éste y en muchos otros casos, y le ruego me disculpe si, al parecer, me he burlado