Página:El sabueso de los Baskerville (1909).djvu/181

Esta página no ha sido corregida
— 183 —

gar con su red lista junto á una mariposa parada, pude ver que, efectivamente, aquel sitio había sido aprovechado para habitación. Un sendero borroso entre los guijarrros llevaba á la arruinada abertura que servía de entrada á la cabaña. Todo estaba en silencio dentro de ella. El desconocido podía estar allí emboscado, ó podía andar vagando por el páramo. Se me excitaron los nervios con la sensación de la aventura. Tirando á un lado el cigarrillo, puse la mano en la culata de mi revolver, y, avanzando rápidamente, hasta la puerta, miré al interior. La cabaña estaba vacía.

Pero había en ella claros indicios de que no seguía yo una pista falsa. Allí era, positivamente, donde vivía el hombre. Varias frazadas envueltas en un capote impermeable yacían sobre aquellas mismas losas donde en otro tiempo había dormitado el hombre de la edad de piedra. Las cenizas de un fuego se amontonaban en un tosco brasero.

Junto á éste se veían varios utensilios de cocina y un cubo de agua casi lleno. Un montón de cajas de lata, vacías, indicaba que el sitio estaba ocupado hacía ya tiempo; y, cuando mis ojos se hubieron adaptado á la luz confusa, vi en un rincón un vasito de hojalata, y una botella de aguardiente con un resto todavía.

Una piedra lisa, en el centro de la cabaña, hacía las veces de mesa, y sobre ella había un pequeño bulto atado con un lienzo... el mismo bulto, quizá, que había visto yo, por medio del anteojo, sobre el hombro del muchacho. Contenía un pan entero, una lengua en lata y dos cajas de duraznos en conserva. Cuando volví á dejar el atado en su sitio, después de este examen, el corazón me dió un salto al ver, debajo de él, una carilla de