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portancia: el de que la señora Laura Lyons, de Coombe Tracey, había escrito á sir Carlos Baskerville dándole una cita en el mismo sitio y á la misma hora en que cayó muerto, y el de que al hombre emboscado en el páramo se le podía encontrar en las cabañas de piedra de las laderas.

Una vez en posesión de estos dos hechos, consideré que mi inteligencia ó mi valor serían muy pobres si no llegaba á hacer yo un poco más de luz en tan sombrío asuntomunk No me fué posible comunicar aquella misma noche al baronet lo que había sabido de la señora Lyons, porque el doctor Mortimer se dejó estar, jugando con él á las cartas, hasta muy tarde. Pero al día siguiente, durante el desayuno, le hice saber lo que había averiguado, y le pregunté si estaba dispuesto á acompañarme á Coombe Tracey.

En seguida se manifestó muy deseoso de ir conmigo; pero, á poco que pensamos en ello, nos pareció á los dos que, si yo iba solo, el resultado podría ser mejor; porque cuanto más ceremoniosa fuera la visita, tanto menos informaciones habríamos de obtener. Dejé, pues, á sir Enrique en la casa, no sin algunos remordimientos de conciencia, y salí en coche á hacer mi pesquisa.

Así que llegamos á Coombe Tracey, dije á Perkins que detuviera los caballos, bajé y empecé á hacer averiguaciones sobre la dama á quien me proponía interrogar. No me fué difícil dar con su departamento, que era central y me había sido bien indicado. Una criada me hizo pasar sin ceremonias; y, al entrar en la sala, una joven que estaba sentada delante de una máquina de escribir, se puso de pie vivamente, con una agradable sonrisa de bienvenida. Pero se le demudó el semblan-