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vidrio empañado observé las nubes en marcha, y el contorno ondulante de los árboles agitados por el viento. Hace una noche horrible dentro de la casa... ¡cómo será en una cabaña de piedra, allá en el páraino! ¿Qué terrible sentimiento de odio puede ser el que lleva á un hombre á ocultarse en semejante sitio y con semejante tiempo? ¿Y qué propósito tan decidido y tan vehemente puede tener allí á este hombre, sufriendo semejante prueba? Allá, en aquella cabaña, en medio del páramo, parece estar el verdadero centro del problema que tan penosamente me atormenta. Juro que no ha de pasar un día más sin que haya hecho yo todo lo que pueda hacer un hombre para llegar al corazón de este misterio.

XI

EL HOMBRE DEL PICACHO

El extracto de mi diario particular, que constituye el capítulo precedente, ha llevado mi relato al día 18 de octubre, fecha en la cual estos extraños sucesos empezaron á encaminarse rápidamente á su terrible conclusión. Los incidentes de este día y de los siguientes están grabados de una manera indeleble en mi memoria, y puedo referirlos sin consultar las notas que hice entonces. Tomé, pues, por punto de partida, el día que siguió á aquél en que dejé sentados dos hechos de gran im-