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Entonces está en el páramo, positivamente.

—Así se podría pensar, señor, salvo que se la hubiera llevado el otro.

Me quedé con la taza de café á mitad del camino, y clavé los ojos en Barrymore.

M MA

—¿Usted sabe, entonces, que hay otro hombre?

—Sí, señor; hay otro hombre en el páramo.

—Lo ha visto usted?

—No, señor.

Cómo lo sabe, entonces?

—Selden me lo dijo, señor, hace una semana, ó tal vez más. Ese hombre se esconde, también; pero no es un presidiario, por lo que he podido conjeturar. Esto no me gusta, doctor Watson...

Se lo digo resueltamente, señor: esto no me gusta.

El mayordomo había asumido repentinamento una expresión ansiosa.

—Vea, oígame, Barrymore. Yo no tengo más interés en este asunto que el de favorecer á su amo. Yo no he venido aquí con otro objeto que el de ayudarlo. Dígame francamente: ¿qué es lo que no le gusta?

Barrymore titubeó un momento, como si se arrepintiera de su arranque, ó como si encontrara dificultades para expresar con palabras sus sentimientos.

—Son todas estas cosas que están sucediendoexclamó al fin, agitando la mano en dirección á la ventana que daba al páramo, azotada en aquellos momentos por la lluvia.—Se está preparando una perfidia en alguna parte; ¡ se está fraguando alguna negra infamia! esto lo puedo jurar. ¡Cómo me alegraría, señor, si viera á sir Enrique en viaje de vuelta á Londres!