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ciencia, á Sherlock Holmes, especialista en críma nes?... ¡Adelante!

El aspecto de nuestro visitante fué para mí una sorpresa, pues yo esperaba ver un médico rural típico. El recién llegado era un hombre muy alto y delgado, con una nariz larga como un pico, que se destacaba entre dos ojos grises, perspicaces, muy juntos uno del otro, chispeando vívidamente detrás de un par de anteojos de oro. Vestía el traje profesional, pero con cierto desaliño, pues la levita estaba manchada y los pantalones rozados. Aunque era joven tenía la alta espalda encorvada, y al andar echaba para adelante la cabeza. La expresión que predominaba en su semblante era de curiosidad benévola. Al entrar, sus miradas dieron en el bastón que Holmes conservaba en la mano, y el hombre se abalanzó hacia su prenda, soltando una exclamación de gozo.

—¡Cuánto me alegro !—dijo.—No sabía con seguridad si lo había dejado aquí ó en la agencia marítima. Por nada del mundo perdería yo este bastón.

—Veo que es un regalo—dijo Holmes.

—Sí, señor.

—¿Del hospital de Charing Cross?

—De unos amigos de allí, con motivo de mi casamiento.

— Hola, hola! Esto sí que es malo dijo Holmes meneando la cabeza.

El doctor Mortimer pestañeó detrás de sus anteojos, con expresión de suave asombro.

—¿Por qué malo?—preguntó.

—Me refiero á que ha desconcertado usted nues tras pequeñas deducciones. ¿Dice usted que se casó?