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Me parece que estamos ayudando y encubriendo una felonía, Watson. Pero, después de lo que he oído, no creo que deba entregar al hombre; de modo, que esto termina la cuestión. Perfectamente, Barrymore, puede retirarse.

Balbuciendo palabras de agradecimiento el hombre se dispuso á alejarse; pero vaciló, y volvió sobre sus pasos.

" 7 —El señor ha sido tan bueno para nosotros, que me considero obligado á hacer en cambio, por el señor, todo lo que pueda. Yo sé algo, sir Enrique, que quizá debiera haber dicho antes; pero no llegué á descubrirlo sino mucho después del sumario. Hasta ahora no he contado á nadie una sola palabra de esto. Se refiere á la muerte de sir Carlos.

El baronet y yo nos pusimos en pie de un salto.

—Sabe usted cómo murió?

—No, señor; eso no lo sé.

—Entonces, ¿qué es?

—Sé por qué razón estaba aquella noche en el portillo. Era para encontrarse allí con una mujer.

—Para encontrarse con una mujer! ¿El?

—Sí, señor.

—¿Y el nombre de esa mujer?

—No puedo decirle el nombre, señor; pero puedo darle las iniciales. Las iniciales son «L. L.» —¿Cómo ha sabido usted eso, Barrymore?

—Le diré, sir Enrique: su señor tío recibió una carta aquella mañana. Siempre recibía muchas cartas, porque era un hombre querido y conocido por su buen corazón; de modo, que todo el que se veía en algún apuro recurría á él. Pero aquella mañana sucedió que no llegó más que esa carta, por lo que se me ocurrió fijarme más en ella. Ve-