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Claro! No puede estar lejos si Barrymore tiene que llevarle allí la comida. Y él está esperando, el miserable, junto á esa luz... ¡ Rayos y truenos, Watson! Voy á tomar al hombre!

1 El mismo pensamiento había cruzado por mi mente. No era caso de pensar que podíamos hacer traición á la confianza de los Barrymore. El secreto se les había arrancado á la fuerza. El hombre representaba un peligro para la comunidad; era un asesino empedernido, para quien no podía haber ni piedad, ni disculpa. No haríamos más que cumplir con nuestro deber, si aprovechábamos aquella oportunidad para llevarlo otra vez al sitio donde no podía hacer daño. Dada su indole brutal y violenta, alguien tendría quizá que pagar muy caro el que nosotros nos cruzáramos de brazos en vez de obrar. Cualquier noche nuestros vecinos los Stapleton, por ejemplo, podían ser atacados por él, y creo que este mismo pensamiento fué lo que decidió á sir Enrique á correr la aventura.

J —Yo iré también—dije.

—Entonces tome su revólver cuar vaya á ponerse los botines. Y apúrese un poco, porque el individuo puede apagar la luz y marcharse.

A los cinco minutos nos encontrábamos en la puerta del Hall, listos ya para nuestra expedición.

Echamos á andar con paso apresurado por entre la obscura arboleda, acompañados sólo por el pesado murmullo del viento otoñal y por el crujido de las hojas secas que pisábamos. El aire de la noche estaba cargado de humedad y de emanaciones pútridas. De tiempo en tiempo la luna a50maba por un instante; pero todo el cielo estaba cubierto de nubes, y, en cuanto llegamos al páEl Sabueso.—10