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—130 Sir Enrique ha estado comunicándose con el arquitecto que dibujó los planos para sir Carlos, y con un contratista de Londres; de suerte que pronto empezarán á hacerse aquí grandes cambios.

Han venido también tapiceros y muebleros de Plymonth. Todo esto hace ver que nuestro amigo tiene proyectos muy vastos; que se propone no escatimar trabajos ni gastos para restaurar la grandeza de sus antepasados. Cuando la casa haya sido reparada y amueblada de nuevo, lo único que el hombre necesitará entonces será una esposa, para que su hogar esté completo. Aquí, para entre nosotros, le diré que hay indicios bastante claros de que lo que es esto no faltará, á menos que la dama no consienta; porque, en cuanto á él, pocas veces he visto un hombre más embobado con una mujer que el baronet con nuestra hermosa vecina, la señorita Stapleton. Sin embargo, el curso de esta corriente amorosa no es tan plácido como se hubiera podido esperar, dadas las circunstancias.

Hoy, por ejemplo, enturbió su superficie un remolino inesperado, que ha puesto á nuestro amigo en un estado extremo de perplejidad y de fastidio.

Después de la conversación que he citado respecto á Barymore, sir Enrique se puso el sombrero y se dispuso á salir. Naturalmente, yo hice lo mismo.

— Cómo! Viene usted también, Watson ?me preguntó, mirándome con expresión curiosa.

—Va usted o no, al páramo?—le pregunté á mi vez.

—Si, voy al páramo.

—Entonces, yo lo acompaño. Siento mucho entrometerme, pero usted sabe con cuánto empeño me ha recomendado Holmes que no me separe de f