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el vestíbulo; pero continúa del otro lado de éste.

Esperó que Barrymore llegara á la otra parte, y entonces le seguí. Cuando di la vuelta á la galería, el hombre no estaba ya en el corredor, y por el resplandor que salía por una puerta abierta pude ver que había entrado en una de las habitaciones.

Recordé que todas las piezas de esta parte del edificio están enteramente desocupadas, y el objeto de aquella expedición se hizo para mí más misterioso que nunca: la luz brillaba con fijeza, como si estuviera inmóvil. Me deslicé por el corredor lo más silenciosamente que pude; y, arrimando la cabeza al costado de la puerta, miré adentro de la pieza.

Barrymore estaba agachado delante de la ventana, sosteniendo la luz contra el vidrio, y daba al perfil á la puerta. Pude ver su rostro rígido por ansiosa expectativa; parecía estar sondeando las tinieblas del páramo. Durante unos minutos se mantuvo así, observando atentamente, y de pronto, hizo oir un sordo gruñido, y con gesto contrariado apagó la luz. Inmediatamente emprendí la retirada, y & poco de estar en mi cuarto sentí otra vez sus pasos furtivos en dirección al fondo de la casa. Mucho después, cuando empezaba ya á dormirme, of chirriar una llave en alguna cerradura, pero no pude precisar en qué parte del edificio.

Me considero incapaz de conjeturar, querido Holmes, qué significa esta extraña conducta del mayordomo; pero lo que puedo decir es que en esta casa está en trámite, indudablemente, algún asunto misterioso que, tarde o temprano, hemos de poner en claro. Esta mañana, hemos conversado largamente al respecto con hecho nuestro plan de campaña, que empezará á Enrique, y hemos