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millas á través del páramo, hasta un paraje tan tétrico que bien podría haber sugerido esa leyenda.

Nos encontramos en una garganta angosta entre erizados picachos, que llevaba á un espacio descubierto, alfombrado de verde césped y salpicado de blanco por matas de hierba cana. En el centro de él se elevaban dos altas piedras cónicas, desgastadas y afiladas en la punta, á tal extremo, que parecían los colmillos roídos y gigantescos de algún monstruo. El sitio se ajustaba en todos sus detalles al escenario de la tradicional tragedia. Sir Enrique demostró mucho interés en el asunto, y preguntó á Stapleton más de una vez si creía realmente en la posibilidad de una intervención sobrenatural en las cosas de los hombres. El baronet hablaba en tono indiferente, pero era fácil ver que hacía muy seriamente la pregunta. Stapleton fué cauto en sus respuestas, aunque era evidente que si no quería expresar con franqueza su opinión era para no herir los sentimientos de nuestro amigo. Nos contó casos análogos, á propóito de familias que habían vivido bajo una influencia malévola, y nos dejó con la impresión de que él también participaba de la opinión del vulgo respecto á la leyenda de los Baskerville.

P A la vuelta fuimos á tomar el lunch en Merripit House, y entonces fué cuando sir Enrique tuvo ocasión de conocer á la señorita Stapleton. Desde el primer momento nuestro amigo pareció sentirse fuertemente atraído por ella, y mucho me engaño ó este sentimiento fué mutuo. El baronet se acordó de la joven repetidas veces mientras volvíamos á casa, y desde entonces casi no ha pasado día sin que hayamos visto al hermano ó á la hermana. Ambos vendrán á comer aquí esta noche, y 19/12/2015