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— 118 19/12/2015 car refugio en un terreno que nadie llegaría á dis putarle. Pero todo esto es ajeno á la misión cor que usted me ha enviado aquí, y ha de tener quizá muy poco interés para su espíritu estrictamente práctico. No me he olvidado todavía de la completa indiferencia que tenía para usted lo de que el Sol girara alrededor de la Tierra, ó la Tierra alrededor del Sol. Paso, pues, á tratar lo que se refiere á sir Enrique Baskerville.

Si no ha recibido usted ningún informe en estos últimos días es porque, hasta hoy, no he tenido nada importante que comunicarle. Pero acaba de producirse un hecho extraordinario, que le referiré en el momento oportuno. Ahora, ante todo, voy á ponerlo al cabo del estado actual de cosas respecto á los principales factores de la situación.

Uno de éstos, del cual le he escrito poco hasta ahora, es el presidiario prófugo, refugiado en el páramo. Hay serias razones para pensar que al fin ha conseguido ponerse en salvo. He aquí dichas razones han transcurrido quince días desde su fuga, y en todo este tiempo no ha sido visto ni oído; es completamente inconcebible que el hombre pueda haberse sostenido en el páramo tantos días: no porque no hubiera facilidades para ocultarse, puesto que cualquiera de las cabañas de piedra podría haberle servido de escondrijo, sino porque no hubiera tenido qué comer, á menos que atrapase y sacrificase alguna de las ovejas del páramo, hecho que no se ha producido. Se cree, por consiguiente, que se ha marchado, y los aislados moradores del páramo duermen mejor pensando en esto.

Aquí en el Hall somos cuatro hombres robustos, de modo que estamos bien resguardados; pero