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3 do me habló, y le prometo que transmitiré su prevención á sir Enrique.

Una sombra de irresolución veló por un instante el rostro de la joven, pero sus ojos se endurecieron de nuevo al contestarme:

  1. 1 —Da usted al asunto demasiada importancia, doctor Watson. Mi hermano y yo hemos sufrido un golpe muy fuerte con la muerte de sir Carlos. Lo conocíamos mucho y lo queríamos mucho; su paseo favorito era venir á casa, atravesando el páramo. Sir Carlos estaba muy impresionado por la maldición que pesaba sobre su familia, y cuando ocurrió la tragedia comprendí en seguida que los temores que él manifestaba en vida no habían sido tan faltos de fundamentos. Por esto me afligi ver que venía á vivir al Hall otro miembro de la familia, y pensé que había que prevenirle el peligro que corría. Esto es todo.

—Pero ¿cuál es el peligro?

Conoce la leyenda del Sabueso?

—No creo semejante disparate.

—Yo si creo. Y si tiene usted alguna influencia sobre sir Enrique, lléveselo de un lugar que ha sido siempre fatal para su familia. El mundo es muy grande. ¿Por qué habría de querer vivir él en el sitio del peligro?

—Precisamente porque es el sitio del peligro.

El carácter de sir Enrique es así. Y, á menos que usted pueda darme alguna información más precisa, temo mucho que no sea posible conseguir que mi amigo se marche.

—Yo no puedo decir nada preciso, porque no sé nada preciso.

—Permítame otra pregunta, señorita. Si lo que usted se proponía decirme la primera vez que me