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la idea de que esto podría ser un poco triste... no tanto para usted, como para su hermana.

—No, no. Yo nunca estoy triste—dijo la joven vivamente.

M —Tenemos libros—dijo Stapleton; —hacemos nuestros estudios, y estamos rodeados, además, de vecinos interesantes. El doctor Mortimer es una persona muy instruída en su especialidad. El pobre sir Carlos era también un compañero admirable. Lo conocíamos bien, y lo hemos extrañado más de lo que mis palabras podrían expresar. ¿Cree usted que cometería una imprudencia si fuera yo esta tarde al Hall á presentar mis respetos á sir Enrique?

—Estoy seguro de que sir Enrique se alegraría de ello.

—Entonces, hágame usted el favor de anunciarle mi propósito. En nuestra humilde esfera nosotros podemos hacer algo para facilitarle las cosas á sir Enrique hasta que se acostumbre á su nuevo ambiente. ¿Quiere usted subir al piso alto, doctor Watson, para conocer mis colecciones de lepidópteros? Creo que es la más completa en todo el Sudoeste de Inglaterra. Y, para cuando haya acabado usted de verlas, el lunch estará listo.

Pero yo estaba ansiando volver á mi puesto. La melancolía del páramo, la muerte de la infortunada jaca, el fantástico aullido que había sido asociado á la siniestra leyenda de los Baskerville... todasestas cosas impregnaban de tristeza mis pensamientos. Después, había venido á coronar esta serie de impresiones más o menos vagas, la clara y definida prevención de la señorita Stapleton, formulada con tan intensa vehemencia que no me era posible dudar de que alguna grave y profunda El Sabueso.—8