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un poco tarde para conocer las bellezas del páramo.

— Cómo! Quién crees que sea el señor?.

—Supongo que ha de ser sir Enrique Baskerville.

—No, no—dije.—Soy un simple ciudadano sin títulos, pero amigo de sir Enrique. Soy el doctor Watson.

Una llamarada de contrariedad abrasó el rostro de la joven.

—Entonces hemos estado hablando sin entendernos—dijo.

— Cómo! Na han tenido ustedes mucho tiempo...observó Stapleton, siempre con sus miradas inquisitivas.

—He estado hablando al doctor Watson como si fuese un residente, cuando no es más que un huésped—dijo ella.—No le ha de importar inucho al señor, entonces, el haber llegado aquí tarde ó temprano para las orquídeas. Pero usted vendrá ¿no es cierto? á conocer Merripit House...

Una corta caminata nos llevó á la casa, una construcción aislada en el páramo, expuesta á todos los vientos, que en días de prosperidad ya remotos habría servido de granja á algún ganadero; pero que más tarde había sido transformada en una habitación moderna. La rodeaba una huerta; pero, como es corriente en el páramo, los árboles estaban achaparrados mustios. En general, el aspecto de todo aquello era melancólico y mezquino. Nos recibió un criado anciano, raro, apergaminado, suciamente vestido, muy en armonía con la casa. Dentro de ella, sin embargo, había piezas espaciosas, amuebladas con una elegancia en la que me pareció reconocer el buen gusto de la da-