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BUA

verdaderas islas, lomas enteramente rodeadas por la Ciénaga que con el andar del tiempo ha ido arrastrándose hasta ellas. Allí es donde hay que irá buscar las plantas raras y las mariposas, si se tiene fuerzas y destreza suficientes para llegar hasta donde están ellas sin perder la vida en el camino.

—Algún día probaré mi suerte.

—¡Por amor de Dios, quítese usted esa idea de la cabeza l—me dijo Stapleton mirándome con expresión sorprendida.—La sangre de usted caería sobre mi conciencia. Le aseguro que no tendría usted la más mínima probabilidad de volver vivo.

Sólo puedo hacerlo yo porque tengo bien presentes ciertas señales muy complicadas del terreno.

Hola—interrumpi.—¿Qué es esto?

Un aullido prolongado y suave, profundamente lastimero, recorrió el páramo. Llenó todo el espaeio hasta el punto de hacer imposible el saber de dónde procedía. Este sordo murmullo fué creciendo y creciendo poco a poco hasta convertirse de pronto en una nota estridente y sostenida, en un terrible rugido, y después fué amortiguándose otra vez y volvió á ser un gemido largo y melancólico, palpitante de indecible angustia.

Stapleton me miró con una expresión extraña.

Qué lugar tan raro, el páramo!—dijo.

Pero ¿qué es esto?

—Los campesinos dicen que es el Sabueso de los Baskerville que llama á su presa. Yo lo he oído ya una que otra vez, pero nunca tan fuerte como ahora.

Con un escalofrío de terror que me llegaba al alma, eché una ojeada á mi alrededor, & la inmensa Ciénaga que parecía dilatarse por grados, sal-