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Mi primer pensamiento fué que mi puesto es taba al lado de sir Enrique. Pero, en seguida, recordé el montón de papeles y de cuentas que ha bía visto en la mesa de su estudio. Era indudable que yo po podía ayudarle en la tarea de despacharesos asuntos. Por otra parte, Holmes me había re comendado expresamente que estudiara á los vecinos del páramo. Acepté, pues, la invitación del naturalista, y tomamos juntos por el sendero.

—Es un lugar maravilloso, el páramo— dijo, echando una mirada circular sobre las onduladas pendientes, inmensas oleadas grises, coronadas por peñascos crestados que parecían ser la espuma de una fantástica marejada.—Uno no se cansa nunca del páramo. No se imagina usted los maravillosos secretos que encierra. Es tan vasto, tan estéril de vegetación, y tan misterioso!

Lo conoce usted bien, entonces?

—Sólo hace dos años que estoy aquí. Mis vesinos dirían que soy un recién llegado. Vinimos poco después de haberse establecido sir Carlos. Pero mis aficiones me han obligado á explorar todos los rincones de la comarca, y creo que hay muy pocos que la conozcan mejor que yo.

—Tan difícil es conocerls?

—Muy difícil.. Aquí tiene usted, por ejemplo esta gran llanura al Norte, con aquellas colinas extrañas que surgen sobre su superficie. ¿ Ve usted algo especial en ella?

usted —Me parece que sería un campo excepcional para un galope.

Es natural que le parezca eso, pero la misma idea de usted ha costado ya la vida á algunos.

Distingue usted esas manchas verdes, brillantes, profusamente esparcidas en la superficie?