—¿Cómo ha sabido usted que me ocupaba del bastón? Estoy por creer que usted tiene ojos detrás de la cabeza.
—Tengo en cambio, por delante, una cafetera plateada, bien pulida—dijo Holmes. Pero vamos á ver, Watson, ¿qué deduce usted del bastón de nuestro visitante? Desde que hemos tenido la mala suerte de desencontrarnos con él, quedándonos sin el menor indicio del motivo de su visita, este recuerdo que nos ha dejado por casualidad se hace importante. Veamos un poco cómo reconstruye usted al hombre por el examen del bastón.
—Pienso—dije, siguiendo lo mejor que podía los procedimientos de mi famoso amigo,—que el doctor Mortimer es un médico anciano, afortunado, y querido, puesto que los que lo conocen le hacen esta demostración de aprecio.
—Muy bien!—exclamó Holmes.— Excelente!
—Pienso, también, que lo más probable es que sea un médico rural que hace á pie muchas de sus visitas.
—¿Por qué?
—Porque este bastón, aunque muy bonito cuando nuevo, está ahora tan estropeado que no puedo creer que haya médico urbano que lo use. Tiene muy gastado el grueso regatón de acero, lo que prueba que el hombre ha hecho largas caminatas con él,—Perfectamente sensato!—dijo Holmes.
—Tenemos ahora esto de los «amigos del C. C. H.» Presumo que se trata de algún club; del club de cazadores de H***, á cuyos miembros habrá prestado él tal vez sus servicios de cirujano, por