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VII
José M. de Pereda

los grados de la ridiculez de sus semejantes, no creo que exista ni aun que haya existido. Posee una perspicacia genial, vista milagrosa y olfato sutil que le permiten penetrar hasta donde no puede hacerlo la grosera observación de la mayoría. Y luego que descubre la pobre víctima, allí donde menos se pensaba, la coge en la poderosa zarpa, juega con ella cruel, la destroza, la arroja al fin hecha pedazos. Ejemplos de esta sátira implacable se hallan en sus celebrados libros Los Hombres de pro y D. Gonzalo, novelas de costumbres políticas en que la energía de la pintura llega hasta lo sublime, y el espíritu de secta hasta la ferocidad, obras en que el autor ha puesto toda la irritación de su temperamento y todo el vigor de sus ideales extremados. Y no es fácil ni lógico juzgar estos acabados modelos de novela política con un criterio inspirado en ideas de prudencia, que vendría á encerrar la inspiración del artista dentro de límites mezquinos. Creo que las obras citadas no pueden ser de otra manera que como son. Así salieron, cruelmente sarcásticas y guerreras, de la mente de su autor, y con el ambiente de la imparcialidad perderían todo su vigor y encanto. Por lo demás, la intolerancia que tanto avalora y vigoriza el potente ingenio de Pereda, suele desarmarse en el seno de la amistad, en esos coloquios sostenidos á lo largo de un prado ó por los ángulos y curvas de sombría calleja, con algún huésped de Polanco, allí donde parece no pueden llegar los ecos de la batalla empeñada por esta ó la otra idea, de esas que al fin y á la postre, implantadas ó no, modifican poco las partes positivas de nuestra existencia. Fácil es en estos coloquios en que el espíritu parece más expresivo que la palabra, sorprender en el buen campeón algo de cansancio por tantas y tan crudas batallas como ha reñido en el terreno más escabroso de todos, que es el de las letras. Y sin esfuerzo de conjeturas, sino por la lógica misma de las cosas, se viene á comprender que teniendo Pereda su familia, sus libros y sus amigos, no se le importa una higa de lo demás.

Ignoro la edad de mi amigo, y me falta con esto el primer dato para su biografía. Para su retrato me faltan colores. Sólo puedo decir que es hombre moreno y avellanado, de regular estatura, con bigote y perilla de un carácter demasiadamente