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V
José M. de Pereda

tuación literaria, y de estas rancias antipatías entre la retó- rica y la conversación, entre la academia y el periódico, resultan infranqueables diferencias entre la manera de escribir y la manera de hablar, diferencias que son desesperación y escollo del novelista. En vencer estas dificultades nadie ha adelantado tanto como Pereda: ha obtenido inmensos re- sultados y nos ha ofrecido modelos que le hacen verdadero maestro de empresa tan áspera. Cualquiera hace hablar al vulgo; pero ¡cuán difícil es esto sin incurrir en pedestres bajezas! Hay escritores que al reproducir una conversación de duques resultan ordinarios. Pereda, haciendo hablar á marineros y campesinos, es siempre castizo, noble y elegan- te, y tiene atractivos, finuras y matices de estilo que á nada son comparables. Por esto, por sus felicísimos atrevimientos en la pintura de lo natural, es preciso declararle porta - estan- darte del realismo literario en España. Hizo prodigios cuan- do aún no habían dado señales de existencia otras maneras de realismo, exóticas, que ni son exclusivo dón de un céle- bre escritor propagandista, ni ofrecen, bien miradas, nove- dad entre nosotros, no sólo por el ejemplo de Pereda sino por las inmensas riquezas de este género que nos ofrece la li- terarura picaresca.

Frente al natural, Pereda tiene una energía de asimilación que asusta. Los contornos y tintas que ve, las particularida- des que escudriña, los conjuntos y efectos totales que sor- prende, maravilla son que nos revelan en él como un poder milagroso. En los Hombres de pro, en las páginas culminantes de Don Gonzalo González de la Gonzalera, y De tal palo tal astilla, se muestra en toda su riqueza la facultad observadora, la invención sobria y seductora, el culto de la verdad, de donde resultan los caracteres más enérgicamente trazados y el diálogo más vivo, más exacto y humano que es posible imaginar.

Otra cosa. Pereda no viene nunca á Madrid. Para cono- cerle es preciso ir á Santander ó á su casa de Polanco donde vive lo más del año, entre dichas domésticas y comodidades materiales que le añaden, como literato, una nueva origi- nalidad á las demás que tiene. Es un escritor que desmiente, cual ningún otro de España, las añejas teorías sobre la dis-