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CANTO CUARTO.

 Pero ansiosos cuidados oprimian,1
Con secretas pasiones,
El pecho da la ninfa pensativa.
Ni fué jamás la cólera tan viva
De un joven rey vencido y en prisiones;
Ni de burlada virgen, dó lucian
Juveniles encantos; ni mas fuerte
El dolor que sintió robado amante,
Cuando perdió su amor en un instante;
Ni el otro mas cruel, que fuera muerte
A dó brilla de cólera el exceso,
De vieja á quien se niega un tierno beso;
Ni Cyntia la coqueta,
Cuando mal se prendió la manteleta;
Nada ¡ó virgen! se acerca al cruel despecho
Que de tu rizo el robo abrasa el pecho.
 En el momento mismo que Ariel deja
A Belinda la bella, Umbriel se aleja
Del centro de la tierra donde mora;
El Gnomo, á quien la luz jamas colora,
Triste, ceñudo, con la faz nublosa,
Sube á la cueva de la Esplin famosa.
Con sus alas de hollin el Gnomo vuela
En un vapor á aquel lugar sombrio,
Donde la brisa amable no consuela;
Solo el sud ruge con furioso brio:
Aqui del aire libre resguardada
Aborreciendo el sol y el claro dia,
De sombras rodeada,
Pensativa el Esplin está en su lecho;
Y la hacen compañia