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El banquete prolonga placentera.
Rueda en tanto la banda voladora
En torno de la hermosa, su señora;
Si el licor humeante ella gustara
A gitando sus alas lo enfriara,
o las tienden cubriendo su regazo,
Temblando por las flores de lampazo.
El café, que al político hace sabio,
Cuando le gusta con sediento labio,
Y que lo mira todo en sus antojos,
Teniendo medio abierto los dos ojos;
Del Baron al cerebro sus vapores
Le inspiran los ardides mas traidores
Para osado robar el rizo hermoso.
Tente, jóven audaz, y mira atento
Que no es tarde, y desiste de tu intento,
Teme los justos Dioses, que castiguen
Tu traicion y te obliguen
De Seyla infiel á soportar la suerte,
Mas cruda que la muerte;
El cabello robando de su esposo;
Y por juicios del cielo riguroso,
Niso, milano, con furor se inclina
A perseguir á Seyla golondrina.
Pero el hombre ya al mal determinado
Instrumentos del mal do quier ha hallado,
Ya la bella Clarisa en el comeno,
De su estuche sacaba el mas brillante,
De agudisimas puntas de diamante,
Una arma de dos filos, cual pudiera
Una doncella en rostro placentera
La lanza presentar á un caballero,
Cual lo suele pintar un romancero.
Recibe el don con grande reverencia,