rar a Harris, ni Giacomo de comer bombones, ni el señor Mérinay de contar al pequeño Lobster un capitulo de historia antigua, que Lobster no escuchaba. A las ocho, Marula puso la mesa para la cana.
Fotini fué colocada entre Dimitri y yo, que no ofrecía peligro. Habló poco y no comió nada. A los postres, cuando la sirvienta habló de acompañarla al colegio, hizo un esfuerzo visible y me dijo al oido:
— El señor Harris ¿está casado?
Se me ocurrió confundirla un poco, y respondi:
— Si, señorita; se ha casado con la viuda de los duxes de Venecia.
—¿Es posible? ¿Y qué edad tiene esa señora?
—Es vieja como el mundo y eterna como él.
— No se burle usted de mi; soy una pobre muchacha y no comprendo sus bromas de Europa.
En otros términos, señorita, se ha casado con el mai; él es quien manda el aviso americano The Fancy Me dió las gracias con alegria tan radiante, que la encontré bonita durante un minuto por lo menos.
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