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VIII

El baile de la corte

El jueves 15 de mayo, a las seis de la tarde, John Harris, con uniforme de gala, me condujo a casa de Cristódulo. El pastelero y su mujer me recibieron con muchas fiestas, no sin exhalar algunos suspiros dedicados al Rey de las montañas. Yo, por mi parte, les abracé de todo corazón. Me sentia dichoso de vi vir, y en todas partes no veia más que amigos. Mis pies estaban ya sanos, mi pelo había sido cortadoy mi estómago se sentia satisfecho. Dimitri me aseguró que la señora Simons, su hija y su hermano estaban invitados al baile de la corte y que la planchadora acababa de llevar un vestido al Hotel de los Extranjeros. Saboreé por anticipado la sorpresa y la alegria de Mary—Ann. Cristódulo me ofreció un vaso de vino de Santorin. Con esta bebida deliciosa me pareció beber la libertad, la riqueza y la dicha. Subi la escalera de mi cuarto; pero antes de entrar en él, pensé que debía llamar a la puerta del señor Mérinay. Este me recibió en medio de una tormenta de libros y de papeles.

—Querido amigo, aqui me tiene usted metido en el trabajo hasta la coronilla. Encima de la aldea de Castia he encontrado una inscripción antigua que me ha privado del placer de combatir por

El rey de las montañas
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