Página:El rey de las montañas (1919).pdf/257

Esta página no ha sido corregida
253
 

Apoya un dedo en su boca, yo subo sin decir una palabra y partimos.

—Señor Harris—me dice en un inglés bastante bueno, señor Harris, jureme usted que renunciará a sus proyectos contra el Rey de las montañas.

Yo me eché a reir y ella se echó a llorar. Jura que me matarán; le respondo que soy yo quien mato a los otros: se opone a que mate a Hadgi—Stavros; yo quiero saber por qué, y ella exclama, como en el quinto acto de un drama: «¡Es mi padre!» Al oir esto, comienzo a reflexionar seriamente: una vez no constituye costumbre. Pienso que sería posible recuperar un amigo perdido sin arriesgar otros dos o tresy digo a la joven palikara:

—¿La quiere a usted su padre?

Más que a su vida.

—¿Le ha negado alguna vez algo?

—Nada de lo que me hace falta.

—Y si usted le escribiese que tenia necesidad del señor Hermann Schultz, ¿se lo enviaria a vuelta de correo?

— No.

¿Está usted segura?

—Completamente segura.

—Entonces señorita, sólo puedo hacer una cosa.

A bandido, bandido y medio. Voy a llevarla a bordo del Fancy, y la guardo en rehenes hasta la vuelta de Hermann.

Iba a proponérselo a usted—dijo—. De este modo conseguirá usted que papá le devuelva su amigo.