Página:El rey de las montañas (1919).pdf/255

Esta página no ha sido corregida
251
 

bia encontrado la suma. En último extremo se dirigió al señor Merinay; pero el dulce Mérinay se excusó diciendo que habia prestado el dinero a sus amigos intimos lejos de aqui, muy lejos, más lejos que el fin del mundo.

¡No importa! dije a Lobster—; en moneda de plomo es como debemos pagar al viejo malvado. ¿De qué te vale ser más diestro que Nemrod, si tu talento no sirve más que para descascarillar la prisión de Sócrates? Hay que organizar una caza de palíkaros. Hace tiempo rechacé un viaje al Africa central, y lo estoy sintiendo todavia. Da doble gusto tirar sobre una caza que se defiende. Haz provisión de pólvora y de balas, y mañana por la mañana entramos en campaña. William se traga el anzuelo. Giacomo da un gran puñetazo en la mesa; ya conoce usted los puñetazos de Giacomo. Jura que nos acompañará con tal de que le proporcionemos un fusil de un tiro. Pero el que mostraba más ardimiento era el señor Mérinay: queria teñir sus manos en la sangre de los culpables. Aceptamos sus servicios; pero yo ofreci comprarle toda la caza que trajese. Ahuecaba su vocecita de la manera más cómica, y decia, enseñando sus puños de señorita, que Hadgi Stavros tendria que habérselas con él.

Yo reia de muy buena gana, tanto más cuanto que siempre está uno alegre la víspera de una batalla. Lobster se puso muy contento al pensar que iba a mostrarles a los bandoleros los progresos que había hecho. Giacomo no cabia en si de alegria. Las comisuras de los labios le entraban en las orejas, y