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no. ¡Bien debe de reírse de mi ese John Harris! ¿Y si le declarase la guerra? ¿Si tomase su buque al abordaje? ¡Cuando yo era pirata he atacado a muchos otros, y veinte cañones me tenian sin cuidado! Pero mi hija no estaba a bordo. ¡Querida mía! ¿Luego la conocía usted, señor Hermann? ¿Por qué no me dijo usted que vivia en casa de Cristódulo? No le hubiese pedido nada; le hubiese soitado en seguida por amor de Fotini. Precisamente quiero que aprenda su lengua. Un día u otro será princesa en Alemania.

¿No es cierto que haría una bonita princesa? ¡Pero ahora caigo! Puesto que usted la conoce, prohibirá a su amigo que le haga ningún daño. ¿Tendria usted valor para ver caer una lágrima de sus queridos ojos? La pobre inocente nada le ha hecho a usted.

Si alguien debe expiar sus sufrimientos, soy yo. Digale al señor John Harris que se ha llagado los pies por los caminos; ¡después, puede usted hacerme todo el daño que quiera!

Dimitri detuvo este chorro de palabras.

—Es muy lamentable—dijo—que el señor Hermann esté herido. Fotini no está segura en medio de estos heréticos, y yo conozco al señor Harris: es capaz de todo.

El Rey frunció el entrecejo. Las sospechas del enamorado encontraron pronto acogida en el corazón del padre.

— Márchese usted—me dijo—; yo le llevaré sobre mi, si es preciso, hasta el pie de la montaña; usted esperará en alguna aldea un caballo, un coche, una litera; yo proporcionaré cuanto sea preciso.